Se tropieza con una Marilyn, unos condones y la palabra Google, ¿qué hace? La respuesta es fácil: darle la vuelta a este libro y buscar. Algo parecido le sucede al escritor «joven y de culto» que protagoniza esta novela cuando descubre que la Marilyn con la que se ha encontrado trabaja en Google. Él también comienza a buscar, a pulsar una y otra vez una especie de Voy a tener suerte, la que necesita para darle la vuelta a su vida y encontrar en esa Señorita Google la solución a todos sus problemas. El amor en Señorita Google se intenta pero no existe. Es el disfraz emocional que enmascara a un hombre ácido, profundamente irónico y de tan cruel, divertido. Es simplemente una herramienta para salir de la precariedad en la que vive, lograr formar parte de la élite tecnológica -aunque la deteste- y aniquilar de una vez por todas cualquier remordimiento que le responsabilice de esa vida llena de mediocridad. Porque si algo caracteriza a este personaje es que su resentimiento no le impide destrozar lo que sea. Al precio que sea.
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